La práctica de Mindfulness suele comenzar con la práctica de la concentración en la respiración, primer paso para fortalecer las funciones de nuestra corteza prefrontal implicadas en esta técnica. Supone poder poner toda nuestra atención solo en nuestra respiración.
Y al contrario que las prácticas de relajación, el Mindfulness no intenta cambiar las sensaciones de nuestro cuerpo ni intenta producir relajación.
Puede ser que como resultado de su práctica nos sintamos relajados. Pero también puede ser que no.
Por eso el Mindfulness no es simplemente, una técnica de meditación.
Es un estado de ser, un cambio de conciencia y una transformación profunda de nosotros y de nuestra visión del mundo.
Divagar es el arte de la contemplación, el arte de no hacer nada, y es necesario dar espacio a esos momentos, desde la perspectiva Mindfulness.
Quienes lo practican a diario manifiestan llegar a sentirse más en sintonía con ellos mismos, más equilibrados, con más capacidad de ver las emociones con cierto distanciamiento e incluso de equilibrarlas.
Además de tener la capacidad de conectarse consigo mismos y de notar qué es lo que realmente necesitan, dicen ser más capaces de pararse antes de actuar forma meditada y de aumentar su capacidad de empatía y de comunicación emocional con los demás.