El TOC se caracteriza por la presencia de obsesiones y/o compulsiones.
Las obsesiones son pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes y persistentes, intrusivos y no deseados, mientras que las compulsiones son conductas repetitivas (lavarse las manos, santiguarse, ordenar…) o actos mentales (rezar, repetir palabras en silencio, contar…) que el individuo se siente obligado a realizar en respuesta a una obsesión, o según reglas que deben aplicarse rígidamente.
Las compulsiones pretenden reducir o prevenir la aparición de ansiedad o estrés, o tratan de evitar una situación temida, como por ejemplo contaminarse de bacterias.
No obstante, dichas compulsiones no están conectadas de forma realista con aquello que tratan de evitar, o bien son claramente excesivas como lavarse las manos 30 veces al día para evitar contaminarse.
Todo ello se traduce en una gran pérdida de tiempo en el día a día, así como un alto nivel de angustia y sufrimiento en la persona que lo padece, afectando significativamente a distintas áreas de su vida: laboral, social, etc.
Sin tratamiento, suele ser un trastorno crónico, con épocas de empeoramiento y mejoría, más o menos incapacitante en función de su gravedad.
A menudo, el curso se complica con la concurrencia de otros trastornos (depresión, ansiedad, tics, etc).
Con un enfoque y tratamiento adecuados, las tasas de recuperación son altas.