La obesidad es un gran problema de salud pública.

Cuando hablamos de obesidad mórbida, nos referimos a una enfermedad crónica de alto riesgo que se define por un Índice de Masa Corporal a partir de 40. Dicha obesidad, lleva implícita una serie de consecuencias negativas para la salud física y mental.

Así pues, la obesidad está asociada con una disminución de las oportunidades económicas, laborales y sociales, una reducción de la calidad de vida, y es el determinante de muchos factores de riesgo que llevan a un aumento de la mortalidad y una pérdida de la esperanza de vida (Ricci MA et al., 2016).

Tanto la depresión como la obesidad son muy prevalentes, y suponen uno de los mayores problemas de Salud Pública hoy en día (Jantaratnotai N et al., 2017). La obesidad no solamente se ha asociado a depresión, sino también a una mayor prevalencia de otros trastornos mentales (trastornos alimentarios, trastornos de ansiedad, etc).

Con el incremento de la prevalencia de la obesidad mórbida en los últimos años, también ha aumentado la demanda de la cirugía bariátrica: tras esta intervención, se produce un descenso en las alteraciones metabólicas, en el riesgo cardiovascular, y en la mortalidad de estos pacientes (Ricci MA et al., 2016). No obstante, no todo el mundo es candidato a esta cirugía.

Dicho esto, ¿qué papel desempeña el psiquiatra en el tratamiento de la obesidad mórbida?

Sus funciones principales, que no las únicas, serían las siguientes:

  • Determinar la capacidad del paciente para tomar una decisión en sentido favorable para el tratamiento quirúrgico: esto es, básicamente, ver si el paciente comprende las implicaciones de la cirugía, puede sopesar sus consecuencias, y si es capaz de tomar una decisión libre al respecto de si operarse o no.
  • Detectar posible patología mental y psicopatología en el candidato a la cirugía, con la finalidad de tratarla si existe, y eliminar así posibles criterios de exclusión de la cirugía, contraindicaciones, o situaciones que impida un adecuado seguimiento del plan terapéutico, lo que podría comprometer el éxito de la cirugía.
  • Determinar la necesidad o no de psicofármacos que ayuden a mantener las conductas necesarias para la reducción de peso (como ansiolíticos, antidepresivos, u otros, según el caso)

A grandes rasgos, según Ríos (2010), podemos dividir las contraindicaciones psicológicas de una cirugía bariátrica en:

Contraindicaciones absolutas:

  • Trastorno adaptativo secundario a una vivencia reciente
  • Trastorno psiquiátrico descompensado (brote psicótico, fase maniaca o depresiva en trastorno bipolar, trastorno bulímico en fase purgativa, trastorno por atracones activo, intento de suicidio reciente…)
  • Situaciones de riesgo generales: consumo de alcohol u otras drogas, retraso mental profundo
  • Escaso apoyo por parte del entorno (social o familiar)
  • Escasa motivación por parte del paciente para llevar a cabo la cirugía (por ejemplo, pacientes presionados por sus parejas o familiares)

Contraindicaciones relativas:

  • Historia previa de bulimia (se aconseja al menos un año de remisión)
  • Historia previa de abuso de alcohol u otras drogas
  • Identificación de ganancia secundaria en torno a la obesidad
  • Que se considere la cirugía como vía de solución a alguna dificultad relacionada con su entorno laboral, social o familiar
  • Entorno familiar disfuncional
  • Duelos no elaborados, divorcios recientes, intentos previos de suicidio

Si deseas pedir cita para una evaluación psiquiátrica preoperatoria, no dudes en escribir a info@doctorapaulamoreno.com o llamar al +34688996798 y te atenderemos lo antes posible.

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