Este fin de semana he tenido la oportunidad de asistir a una magnífica charla impartida por el Dr. Julio Sanjuan, profesor de Psiquiatría de la Universidad de Valencia, y coordinador de la Unidad de Primeros Episodios Psicóticos del Hospital de Valencia, que ha tenido lugar en la ciudad de Málaga, como parte del X Curso de actualización en Psiquiatría de la Fundación Castilla del Pino. Para quien no lo conozca, además de psiquiatra y profesor, dedica también tiempo a la investigación, y como parte de su charla decidió compartir con nosotros en primicia uno de sus más recientes hallazgos, que comentaré también en la última parte de este texto.

Antes de eso, tal y como el Dr. Sanjuan hizo en la charla, voy a poner a los lectores en contexto:

En el año 1992, aparecen las primeras publicaciones científicas que sustentan el hecho de que un tratamiento precoz en episodios psicóticos, determina un mejor pronóstico. Poco a poco se van haciendo familiares conceptos como la «duración de la psicosis sin tratar«, es decir, el tiempo que pasa desde que aparece un primer brote psicótico hasta que se le pone tratamiento, y la «duración de la enfermedad sin tratar», que incluye además de lo anterior, los «pródromos».

Los pródromos son síntomas inespecíficos que preceden al brote psicótico, y que nos podrían indicar qué sujetos están en riesgo de padecer tarde o temprano un primer episodio psicótico. Como ejemplos podríamos nombrar el aislamiento social, la desconfianza, la pérdida de motivación o interés, o el deterioro del funcionamiento (fracaso escolar, pérdida de empleo…). Como vemos, son síntomas muy inespecíficos, ya que también pueden estar presentes en otras situaciones y presentarlos no implica necesariamente el hecho de acabar padeciendo un primer brote, pero sí deberían ponernos en alerta de esa posibilidad, especialmente en determinados grupos de población.

Así pues, se crean los primeros programas de intervención precoz, con la idea de detectar lo antes posible a aquellas personas que sufran de una psicosis, tratarla cuanto antes y poder mejorar su evolución y pronóstico.

Ya en 2005, J. Bertolote y P. McGorry, con un gran presupuesto, crearon un programa de intervención precoz, y escribieron un consenso que se publicó en el British Journal of Psychiatry, titulado «Early intervention and recovery for young people with early psychosis: consensus statement». En resumidas cuentas, hacían hincapié en cinco puntos básicos que debían abordarse:

La detección precoz en la Comunidad.
La detección precoz en Atención Primaria.
La facilitación de un acceso rápido al tratamiento de los paciente.
La promoción la recuperación de la vida cotidiana en los paciente.
Y el involucramiento y proporción de soporte a los familiares de esos pacientes.
Además de su importancia y utilidad, los programas de primeros brotes psicóticos han demostrado ser coste-efectivos, es decir, rentables: con estos programas, el Estado ahorra dinero. Eso quizás explica por qué en Reino Unido hay unos 150 programas de este tipo. Sin embargo, ¿qué pasa en España?

En España solamente Baleares y Cantabria disponen de programas que cubran a toda la población, y tan solo en Cataluña y especialmente en Navarra, esos programas han sido dotados de una financiación específica para ellos. En el resto del país, o bien hay escasos o nulos programas, o bien no cuentan con una financiación para ello. Además, no existe una homogeneidad de criterio a la hora de conformar estos programas: ni en cuanto a su duración (pueden variar de 3 a 5 años), ni en cuanto a la población a tratar (edades tempranas vs. todas las edades), ni tampoco en cuanto a la implicación o coordinación de los distintos dispositivos asistenciales con el programa. Parece esencial, entonces, reunirse para unificar criterios, y realizar más investigación al respecto de qué variables son determinantes a la hora de crear un programa de este tipo.

Idealmente, según el programa del Dr. Sanjuan, y siendo conscientes de que esto en la práctica clínica suena utópico, los instrumentos de evaluación clínica deberían incluir:

La escala PANSS (que evalúa síntomas positivos y negativos en el sujeto).
Recogida de factores de riesgo (consumo de tóxicos, maltrato en la infancia, condición de inmigrante, grado de insight, o el ajuste premórbido).
Escalas de funcionalidad: PAS, SFS…
Evaluaciones neuropsicológicas: hacer un SCIP como screening, y si sale patológico, pasar una MCCB (MATRICS Consensus Cognitive Battery), que es una batería de evaluación cognitiva.
Estimación del coeficiente intelectual (vocabulario WAIS).
Escala de adherencia.
Escala de variación del rendimiento para familiares y para pacientes (SCoRS).
Prueba de imagen: RESONANCIA MAGNÉTICA (mejor que un TC, ya que la RM aporta más información y resolución de sustancia blanca). Lo cierto es que cuando aparecen síntomas psicóticos, entre un 3-8% de los casos presentan hallazgos neurológicos específicos (un tumor cerebral, un accidente cerebrovascular, esclerosis múltiple…), por lo que descartar esto como parte del screening inicial de un primer brote, además de una analítica de sangre y una adecuada exploración neurológica, es fundamental.
Hoy en día, a través de la resonancia magnética funcional (fRM), se sabe que hay muchas áreas cerebrales que se hiperactivan ante un primer brote psicótico. En la imagen de abajo, vemos un ejemplo de cómo se fe una resonancia magnética funcional en pacientes con esquizofrenia.

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Por otra parte, existe lo que conocemos como «machine learning», una subdisciplina de la Inteligencia Artificial, en la que se combinan la neurociencia y la informática. Resumiendo mucho, mediante Machine Learning el ordenador analiza millones de datos con la intención de buscar patrones y así aprender y predecir resultados. Esto tiene muchas salidas y aplicaciones, pero en la que nos ocupa hoy, disponemos de un total de 64 estudios publicados en los que se combinan técnicas de neuroimagen (fRM) en esquizofrenia junto con machine learning, con la intención de ver si mediante ese machine learning el análisis de datos permite diagnosticar correctamente la esquizofrenia. No obstante, hasta hoy esos resultados han sido poco alentadores, puesto que estos estudios solamente conseguían una precisión diagnóstica del 60%…

…¡Hasta hoy! Aquí viene la primicia del Dr. Sanjuan: en un reciente trabajo suyo, cuyos resultados fueron obtenidos a finales de 2017, aún por publicar, ¡han conseguido una precisión global del 90%!

¿Cómo lo han hecho? Utilizando datos de resonancia magnética funcional (con paradigma auditivo emocional, quizás ahí está el quid de la cuestión) en combinanción con esas técnicas de machine learning. Esto, como digo, es la primera vez que se consigue, y de ser ciertos los hallazgos, supondría un hito muy importante en psiquiatría, ya que implica que podrían haber encontrado marcadores biológicos de esquizofrenia.

Hasta aquí la entrada de hoy. Siento si ha resultado demasiado técnica y menos divulgativa en este caso, pero no podía contener las ganas de compartir estos hallazgos con vosotros. Quedamos a la espera de que el Doctor publique sus resultados. No dejéis de echar un vistazo a sus publicaciones en pubMed para estar más informados.

¡Feliz Domingo!

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